domingo, 22 de enero de 2012

EPICURO: LA PRUDENCIA

Cuando, por tanto, decimos que el placer es fin no nos referimos a los placeres de los disolutos o a los que se dan al goce o no están de acuer­do o mal interpretan nuestra doctri­na sino al no sufrir dolor en su cuer­po ni turbación en el alma. Pues ni banquetes ni orgías constantes, ni dis­frutar de muchachos ni de mujeres ni de peces ni de las demás cosas que ofrece una mesa lujosa engen­dran una vida feliz, sino un cálculo prudente que investigue las causas de toda elección y rechazo y disipe las falsas opiniones de las que nace la mayor turbación que se adueña del alma. De todas estas cosas prin­cipio y el mayor bien es la pruden­cia. Por ello la prudencia es incluso más apreciable que la filosofía; de ella nacen todas las demás virtudes porque enseña que no es posible vi­vir feliz sin vivir sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin ser feliz. Las virtu­des, en efecto, están unidas a la vida feliz y el vivir feliz es inseparable de ellas.

Epicuro, Carta a Meneceo