ADIÓS
A LAS VISTAS
No
puedo guardar rencor a la primavera
por haber vuelto.
No la culpo
de cumplir con sus deberes
año tras año.
Comprendo
que mi tristeza
no detendrá el verdor.
Si la hierba vacila
se debe sólo al viento.
No
me duele que los alisos
inclinados sobre el agua
vuelvan a tener con que
susurrar.
Acepto
de buen grado
que –como si aún vivieras–
la orilla de cierto lago
siga tan bella como antes.
No
les reprocho a las vistas
las vistas a una bahía
deslumbrada por el sol.
Incluso
soy capaz de imaginar
que unos no–nosotros
están en este momento sentados
en el tronco caído de un abedul.
Respeto
su derecho
al bisbiseo, a la risa
y al silencio feliz.
Incluso
les supongo
por amor unidos,
y que él la rodea
con un brazo vivo.
Algo
súbito, algo pajaril
cruje entre el juncal.
De corazón les deseo
que lo oigan.
No
pido cambios
a las olas de la orilla,
ora ágiles, ora perezosas,
que, a mí, no me obedecen.
No
exijo nada
del remanso del bosque,
ya esmeralda,
ya zafiro,
ya negro.
Sólo
con un detalle me conformo.
Con mi propio regreso al lugar.
Con el privilegio de la presencia.
Presento mi renuncia.
No
he vivido más que tú,
sino sólo lo bastante
para pensar de lejos.
Wislawa
Szymborska, Paisaje con grano de arena,
Lumen,
Barcelona, 2005 (Pg. 191-193)