sábado, 17 de marzo de 2012

EL LIBRO DE LOS ABRAZOS

EL PARTO

Tres días de parto y el hijo no salía:
       Tá trancao. El negrito tá trancao   dijo el hombre.
     Él venía de un rancho perdido en los campos.
     Y el médico fue.
     Maletín en mano, bajo el sol de mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino; y llegó y vio.
     Después se lo contó a Gloria Galván:
     La mujer estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mí me faltaba experiencia en cosas así. Yo temblaba, estaba sin un criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, ví un brazo chiquitito asomando entre las piernas abiertas de la mujer.
     El médico se dio cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba
despellejado y sin vida, un colgajo sucio de sangre seca, y el médico pensó: No hay nada que hacer.
     Y sin embargo, quien sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa
inerte y al llegar a la manita, súbitamente la manita se cerró y le apretó el dedo con alma y vida.
     Entonces el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa.


Eduardo GALEANO, El libro de los abrazos,
Siglo XXI, Madrid, 19977 (pag. 210)