LA VOZ
BEBIDA, la voz acariciada la voz
llorada.
El ronco terciopelo
de aquellas noches
que nunca
terminaban, o el pronombre nosotros
y la niebla y el frío
y los bolsillos
vacíos de monedas y
repletos de vida,
de crepúsculos de
pana o de vaqueros,
de coñac bien
caliente y de extrarradios,
de vida irrepetible
y de extrañas banderas
compartidas.
Nunca la voz
fue tan propicia,
se acopló de este modo
al aire de la
calle, al temblor de tu mano,
a la noticia apresurada
de un forzado
retorno, cuando ya eran las diez,
a las habitaciones
de la infancia.
Manuel RICO, Fugitiva ciudad,
Hiperión, 2012