viernes, 28 de diciembre de 2012

LA MUJER Y LA MADRE

«Toda cultura está dominada por un modelo maternal ideal que puede variar según las épocas. Sean ellas conscientes o no, pesa sobre todas las mujeres. Se puede aceptar, esquivar, rechazar o negociar, pero en última instancia siempre es en función de uno determinado.

Hoy el modelo es más exigente que nunca. Más aún que hace veinte años, cuando se señalaba ya la amplitud de los deberes maternales: “Éstos ya no se reducen únicamente a los cuidados corporales y afectivos, implican también una atención escrupulosa al desarrollo psicológico, social e intelectual del hijo. La maternidad representa, más que en el pasado, un trabajo a tiempo completo. Hoy en día se espera de las madres que consagren tantos ‘cuidados’ a dos hijos como antaño a seis”. Como, por otra parte, el ideal femenino no recupera el modelo maternal y la plenitud personal es la motivación dominante de nuestro tiempo, las mujeres se encuentran en el centro de una contradicción triple.

La primera es social. Mientras los partidarios de la familia tradicional culpan a las madres que trabajan, la empresa les reprocha sus repetidas maternidades. Peor aún, la maternidad sigue considerándose como la más importante realización de la mujer, mientras que socialmente está devaluada. Las madres a tiempo completo cobran menos, se ven privadas de identidad porque carecen de competencias profesionales y están conminadas a responder a la pregunta: “¿Qué hacéis durante el día?”. En una sociedad donde la mayoría trabaja, donde la mujer ideal triunfa profesionalmente, la que se queda en casa o hace de sus hijos su prioridad se arriesga a ser considerada “sin interés”.

La segunda contradicción concierne a la apareja. Hemos visto que el niño no favorece la vida amorosa. La fatiga, la falta de sueño y de intimidad, las obligaciones y los sacrificios que impone la presencia de un hijo puede acabar con la pareja. (…).

Pero la contradicción más dolorosa reside en el seno de cada mujer que no se funde con la madre. Todas las que se sienten divididas entre su amor por el hijo y sus deseos personales. Entre ser un individuo egoísta y ser aquella que quiere el bienestar de su pequeño. El hijo, concebido como fuente de plenitud, puede por tanto revelarse como un obstáculo para ella. Está claro que a fuerza de cargar la barca de las obligaciones maternales, la contradicción se agudiza cada vez más.»


Elisabeth BADINTER, La mujer y la madre,
La Esfera de los Libros, Madrid, 2011 (pags. 143-145)