lunes, 11 de marzo de 2013

ÉTICA DE LAS VIRTUDES


La ventaja que le encuentro a la ética de las virtudes o del carácter es que permite abordar un aspecto que otras teorías éticas suelen pasar por alto: el de la motivación moral. Las éticas de los principios y las éticas de las consecuencias –para referirme a la división canónica de las éticas modernas– concentran su esfuerzo en formular y fundamentar el deber ser, pero les preocupa poco que la realidad siga siendo como es. Se refieren poco o nada a los motivos que llevan a las personas a regirse por ellas o a no hacerlo, aun cuando los principios o las consecuencias de lo que van a hacer les sean suficientemente conocidos. Lo que tradicionalmente se ha llamado “debilidad de la voluntad”, saber y conocer dónde está el bien y, sin embargo, escoger el mal, pone de manifiesto la distancia real y constante entre la teoría y la práctica, (…).

Aún así, hablar en el siglo XXI de la formación o educación del carácter –o de virtudes– no puede significar lo mismo que en la época de Aristóteles. El filósofo griego no dudó en establecer cómo debía ser el hombre para ser excelente, que carácter o qué ethos debía adquirir para ser como debía ser (…). Hoy, el tema hay que abordarlo desde otras premisas, pues, desde la Modernidad, se ha ido imponiendo como valor fundamental la libertad: libertad del individuo para escoger cómo vivir de acuerdo con lo que cada cual considere su bien. Nadie tiene derecho a imponer la noción de excelencia ni de felicidad, ya lo dijo Kant.

Victoria CAMPS,
El gobierno de las emociones, (pag. 256-257)