domingo, 17 de marzo de 2013

LA MORALIDAD


¿Dónde se origina, pues, la capacidad humana de considerar los asuntos en términos morales más que en términos puramente prácticos? Comienza, tal vez, con la primera pregunta filosófica que todo el mundo se plantea: “¿Qué debo hacer?”. Esto se debe a que la inte­racción con el mundo y con los demás seres humanos comienza incluso antes de que se haya adquirido la ca­pacidad de andar y hablar, y ciertamente antes de que se pueda hacer uso de la razón. Cuando el niño se da cuenta por primera vez de que afronta una elección, tiene, consciente o inconscientemente, el primer encuen­tro con un posible acto moral. Es de esperar que la base de esa primera elección sea la satisfacción de sus deseos y necesidades. Más adelante, los intereses de los demás serán experimentados como una limitación. Y tal vez, más tarde, se dará cuenta de que existe un terreno específico de acción moral. La búsqueda de la fuente de esta vida potencialmente moral y el intento de asentar­la sobre una base teórica segura proporcionan a la filo­sofía moral buena parte de su esencia.

EI primer y principal modo de entender la morali­dad se basa en equipararla con un código de conducta establecido. Por ejemplo, los Diez Mandamientos, el Sermón de la Montaña o la Sunna islámica. Las comu­nidades humanas han formalizado los códigos morales desde sus orígenes, y la mayor parte de las grandes re­ligiones del mundo ofrecen sistemas éticos vivos a sus seguidores. La etimología apoya la idea de equiparar la moralidad con este tipo de códigos morales, pues tanto el término de ethos (la raíz griega de “ética”) como el de mores (raíz latina de “moral”) están vinculados con las costumbres y conductas.

Así, ¿debe la moralidad seguir ciegamente la tradi­ción dominante en un lugar y una época determinados? Parece que no, porque los propios códigos morales pueden estar abiertos a críticas morales. Además, exis­ten ciertas certezas y convicciones que han superado la prueba del tiempo, y también las del lugar y la cultura. La búsqueda de la moralidad es la búsqueda de algo que tenga sustancia y categoría por derecho propio.


David PAPINEAU, Filosofía, Blume, Barcelona, 2008, pag. 134–135