sábado, 28 de septiembre de 2013

EL HOMBRE QUE OYÓ EL CANTO

«Según la tradición, eran hijas de las Musas, Melpómene, la de la tragedia para algunos, y para otros, Terpsícore, la de la danza, y si bien se las conoce bajo nombres diferentes, el más común de cada una de ellas es Partenopea, Leucosia ("la muy blanca"), Ligia. Ciertos mitógrafos enumeran cuatro, pero las Sirenas que enfrentó (y venció) el ingenioso Ulises en un canto célebre de la Odisea, eran dos únicamente.
Ulises y las sirenas (1909), de Herbert James Draper

(…) El Canto de las Sirenas no es más que la propuesta de Mefistófeles que, como ya sabemos, desde la Edad Media, precipita la condena, en una nueva transcripción cristiana del mito del saber prohibido, del imprudente doctor Fausto: conocimiento de la realidad última de las cosas a cambio de la perdición del sujeto. Para ciertos helenistas, sin embargo, la originalidad del mito griego estribaría en su aspecto positivo, humanista, ya que inauguraría la inclinación por el conocimiento, más fuerte que las cadenas de la superstición, del hombre occidental. Ulises vendría a encarnar la razón triunfante, la supremacía de la ciencia y de la filosofía sobre el oscurantismo primitivo del mito y de la leyenda».

Juan José SAER


Puedes leer el artículo entero en El País, sábado 17 de julio de 2004