«Según la tradición, eran hijas de las
Musas, Melpómene, la de la tragedia para algunos, y para otros, Terpsícore, la
de la danza, y si bien se las conoce bajo nombres diferentes, el más común de
cada una de ellas es Partenopea, Leucosia ("la muy blanca"), Ligia.
Ciertos mitógrafos enumeran cuatro, pero las Sirenas que enfrentó (y venció) el
ingenioso Ulises en un canto célebre de la Odisea, eran dos únicamente.
Ulises y las sirenas (1909), de Herbert James Draper |
(…) El Canto de las Sirenas no es más que la
propuesta de Mefistófeles que, como ya sabemos, desde la Edad Media, precipita
la condena, en una nueva transcripción cristiana del mito del saber prohibido,
del imprudente doctor Fausto: conocimiento de la realidad última de las cosas a
cambio de la perdición del sujeto. Para ciertos helenistas, sin embargo, la
originalidad del mito griego estribaría en su aspecto positivo, humanista, ya
que inauguraría la inclinación por el conocimiento, más fuerte que las cadenas de
la superstición, del hombre occidental. Ulises vendría a encarnar la razón
triunfante, la supremacía de la ciencia y de la filosofía sobre el oscurantismo
primitivo del mito y de la leyenda».
Juan José SAER
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