sábado, 11 de agosto de 2012

NUESTRA DEUDA CON ATENAS


«Inauguraron una actitud ante el mundo: tenían un inaudito afán de conocerse, entusiasmo por la libertad, anhelo de belleza cotidiana y una animosa confianza en el diálogo. En las orillas del mar, “sonrisa innumerable de las olas” y camino de infinitas aventuras, inventaron leyes, exploraron el cosmos y teorizaron con entusiasmo. (…) Sólo en Grecia “filosofar” no fue un raro oficio profesional, sólo allí fue la política una tarea común de la democracia. En Atenas, la educación comenzaba por saber poesía (Homero sobre todo) y acudir al teatro de Dionisio. Otras ciudades anteponían el atletismo, la gimnasia y las hazañas bélicas. (…)
La inquietud intelectual, la exploración del mundo y de uno mismo, la pregunta por la naturaleza y la condición humana son rasgos históricos del helénico estar en el mundo. (…)
Los griegos inventaron o rediseñaron casi todos los caminos del saber: los más clásicos géneros literarios (poesía épica y lírica, la tragedia y la comedia), la historia, la filosofía y la medicina, las matemáticas, la astronomía, la política y la retórica, la ética y la astronomía y la geografía, los juegos atléticos, la escultura y las artes plásticas, etcétera. Pero más allá de los datos concretos, de todo el inmenso y prolífico legado que anima las raíces de nuestra cultura, lo más admirable es esa apertura o inquietud del espíritu. (…)
Platón escribió que el impulso natural del filosofar estaba en la admiración. Dice Heródoto que la historia se escribe para salvar del olvido “hechos y cosas admirables”. Admirarse del mundo motivó su incesante ardor creativo y su busca de explicaciones en los ámbitos más diversos de la poesía y de la cultura. Frente al moderno y fáustico homo faber, entregado con furor a la tecnología y la mecánica, el griego era contemplativo y dialogante, entusiasta de la belleza del cuerpo y del alma, experto en viajes odiseicos. (…)
En su artículo ¿Por qué Grecia?, evocando el libro de J. de Romilly, Vargas Llosa recordaba cuánto guarda Europa de su luminosa cultura. Tal vez, sí, nos estemos alejando, a zancadas, de ella. Cierto es que la economía no suele ser compasiva con la cultura. Cierto que los griegos de hoy no son los hijos de Pericles. Pero aún así, pensar en una Europa que deje excluidos a los griegos, parece —no sólo en un plano simbólico— un gesto notablemente bárbaro, muy en contra de nuestra tradición humanista».


Por Carlos GARCÍA GUAL (fragmento de su artículo con el mismo título, publicado en Babelia, El País, 7 de julio de 2012)


Puedes leer aquí el artículo completo.
O directamente en El País 07/07/2012.