«Inauguraron
una actitud ante el mundo: tenían un inaudito afán de conocerse, entusiasmo por
la libertad, anhelo de belleza cotidiana y una animosa confianza en el diálogo.
En las orillas del mar, “sonrisa innumerable de las olas” y camino de infinitas
aventuras, inventaron leyes, exploraron el cosmos y teorizaron con entusiasmo.
(…) Sólo en Grecia “filosofar” no fue un raro oficio profesional, sólo allí fue
la política una tarea común de la democracia. En Atenas, la educación comenzaba
por saber poesía (Homero sobre todo) y acudir al teatro de Dionisio. Otras
ciudades anteponían el atletismo, la gimnasia y las hazañas bélicas. (…)
La inquietud intelectual, la exploración del
mundo y de uno mismo, la pregunta por la naturaleza y la condición humana son
rasgos históricos del helénico estar en el mundo. (…)
Los griegos inventaron o rediseñaron casi
todos los caminos del saber: los más clásicos géneros literarios (poesía épica
y lírica, la tragedia y la comedia), la historia, la filosofía y la medicina,
las matemáticas, la astronomía, la política y la retórica, la ética y la
astronomía y la geografía, los juegos atléticos, la escultura y las artes plásticas,
etcétera. Pero más allá de los datos concretos, de todo el inmenso y prolífico
legado que anima las raíces de nuestra cultura, lo más admirable es esa
apertura o inquietud del espíritu. (…)
Platón escribió que el impulso natural del
filosofar estaba en la admiración. Dice Heródoto que la historia se escribe
para salvar del olvido “hechos y cosas admirables”. Admirarse del mundo motivó
su incesante ardor creativo y su busca de explicaciones en los ámbitos más
diversos de la poesía y de la cultura. Frente al moderno y fáustico homo faber, entregado con furor a la
tecnología y la mecánica, el griego era contemplativo y dialogante, entusiasta
de la belleza del cuerpo y del alma, experto en viajes odiseicos. (…)
En su artículo ¿Por qué Grecia?, evocando el libro de J. de Romilly, Vargas Llosa
recordaba cuánto guarda Europa de su luminosa cultura. Tal vez, sí, nos estemos
alejando, a zancadas, de ella. Cierto es que la economía no suele ser compasiva
con la cultura. Cierto que los griegos de hoy no son los hijos de Pericles. Pero
aún así, pensar en una Europa que deje excluidos a los griegos, parece —no sólo
en un plano simbólico— un gesto notablemente bárbaro, muy en contra de nuestra
tradición humanista».
Por
Carlos GARCÍA GUAL (fragmento de su artículo con el mismo título, publicado en Babelia, El País, 7 de julio de 2012)
Puedes leer aquí el artículo completo.
O directamente en El País 07/07/2012.
Puedes leer aquí el artículo completo.
O directamente en El País 07/07/2012.