“Se ha comentado en otros epígrafes que a lo
largo de la historia los quehaceres masculinos siempre se han priorizado frente
a los femeninos. El discurso androcéntrico, reiteramos, se ha mantenido
presente en todo momento a la hora de interpretar nuestro pasado. Desde el punto
de vista evolutivo, esto ha sido así porque los estudiosos del tema parten,
entre otras, de la premisa según la cual las sociedades humanas de todos los
tiempos han valorado la carne como producto alimenticio por encima de cualquier
otro componente de la dieta. Pero sucede que hay expertas (de hecho, cada vez más
numerosas y apoyadas por colegas varones) que no están de acuerdo con esta
valoración tradicional. Por ejemplo, la respetada y ampliamente citada antropóloga
Margaret Ehrenberg (1989) sería una de las pioneras en sostener que entre los
primeros homínidos el recolectar productos de origen vegetal o conseguir carne
eran actividades que tenían igual valor para el grupo, y por tanto quienes más
recolectaban disfrutaban del mismo estatus que quienes aportaban alimentos de
origen animal. Las tareas serían entonces complementarias o diferentes, pero
igualmente necesarias y valoradas. (…)
La
comunidad académica, sin embargo, al equiparar diferentes tareas con jerarquías
de desigualdad, ha impulsado y fortalecido esta tendencia generalizada que
presupone la universalidad del dominio masculino, provocando importantes
distorsiones al interpretar los orígenes de las sociedades humanas. El sesgo
androcéntrico es el que ha desenfocado tantas investigaciones que han llevado a
exclusivizar el poder masculino, incluso donde no hay evidencias científicas
que lo justifiquen. De hecho, los últimos avances realizados en el ámbito de la
paleoantropología parecen confirmar que la jerarquización de roles basada en la
dominación masculina no es ni mucho menos tan universal como se ha creído.
Siendo esto así, tampoco lo sería la pretendida subordinación femenina.
Resumiendo, es probable que las mujeres también hayan sido creadoras de
cultura, hayan sido autónomas y hayan ostentado poder”.
Carmen MARTÍNEZ PULIDO, La senda mutilada,
Biblioteca Nueva, 2012 (pags. 153-154)