“La película era aterradora en
su sencillez, pulcra y devastadora como una máquina de eviscerar.
La
cámara había sido colocada en una pequeña elevación, en un ángulo unos grados
por encima de donde tenía lugar la acción, una extensión de campo raso, sin
flores ni arbustos. La imagen quedaba pues, un tanto inclinada, de modo que el
espectador tenía la certeza de contemplar algo que ocurría por debajo del
filmador.
La secuencia,
rodada en blanco y negro, era brutalmente monótona. Una fila de prisioneros
lituanos esperaba a la izquierda. La cámara mostraba, indefectiblemente, a tres
de ellos. Ni uno más ni uno menos: siempre tres. Un muro de piedra basta, de
una altura aproximada de cuatro metros, aguardaba por los prisioneros a diez pasos.
A derecha e izquierda del muro había dos miembros del cuerpo de Stahlecker, el
nefando Einsatzgruppe A”.
Ricardo MENÉNDEZ SALMÓN, Medusa,
Seix Barral, barcelona, 2012 (págs.
12-13)