1) La posición
erecta le es desfavorable en cuanto a la reproducción de la especie.
2) Precisamente
por ser ella la única que se reproduce, se la obliga, por sus características
fisiológicas, a realizar el trabajo excedente de criar y dedicar más tiempo a
los hijos, para que éstos sobrevivan, y se le añade la explotación más
exhaustiva en el trabajo productivo: la agricultura, la recolección, la
ganadería, la condimentación de los alimentos, la limpieza y el cuidado de los
hombres y de los enfermos.
La primera de sus desgracias le viene dada
por la modificación de la estructura ósea de las extremidades inferiores y
superiores de los homínidos, nuestros antepasados, y de la pelvis. La
articulación sacroilíaca tuvo que ensancharse y reforzarse. En los antropoides
y el hombre tiene cinco vértebras sacras, en vez de las dos o tres de los monos
inferiores, que les permiten erguir la columna vertebral. En el hombre, el
ensanchamiento de la pelvis, más desarrollada transversal que
longitudinalmente, está directamente relacionado con la posición erecta.
La forma y la
estructura de la pelvis femenina se transformaron para permitir que el feto
humano tuviera cabida en ella en el momento del parto. El ensanchamiento del
cráneo humano, necesario para dar cabida al cerebro cada vez más grande, que
pasó de 400 cm3 del mono a
los 1.400–2.000 del Homo sapiens, obligó a un ensanchamiento correlativo de la pelvis.
A pesar del largo
proceso de desarrollo de la locomoción erecta, el ser humano no se ha adaptado
completamente a este tipo de desplazamiento. Algunos de los inconvenientes que
sufrimos son las hernias, las oclusiones intestinales y la apendicitis. Pero
sobre todo en el caso de la mujer, los problemas que sufre la condicionan para
toda la vida. En las mujeres, durante el embarazo, la fuerza de la gravedad
atrae al embrión hacia la pelvis y no únicamente hacia la pared abdominal como
ocurre con las monas, o en los mamíferos cuadrúpedos. La pelvis femenina, al
ser reconstruida, pudo cumplir más o menos satisfactoriamente dos funciones contradictorias:
servir de apoyo al torso y, durante el parto, brindar una salida
suficientemente amplia a la voluminosa cabeza del feto.
Pero esta
reconstrucción no es totalmente satisfactoria. Ya hemos visto los graves
problemas con que se encuentra la mujer en el embarazo y el parto, y por tanto,
su historia humana no constituye para ella más que el constante debate entre su
capacidad intelectiva y su capacidad reproductora. Porque en ella prima ésta
última.
Lidia FALCÓN y Mª
Encarna SANAHUJA, “Maternidad in vitro”,
Revista Poder y Libertad, 1982 (3), pag. 74-83