Muchos animales desarrollan enteramente su cerebro
antes del nacimiento, e incluso nuestros parientes más próximos, los
chimpancés, alcanzan el máximo crecimiento del cerebro al final del primer año
de vida. En los humanos por contra, el cerebro equivale en el nacimiento a sólo
una cuarta parte de su tamaño final, y no deja de crecer durante casi
veinticinco años. Este desarrollo lento es una característica de la neotenia y significa,
en términos prácticos, que el cerebro puede alcanzar un tamaño que sería imposible
antes del nacimiento, ya que si el total desarrollo tuviera lugar en el
vientre, el niño tendría una cabeza tan desmedida que no podría nacer sin matar
a su madre. Un resultado de este crecimiento continuado del cerebro es que los
niños, e incluso los adultos jóvenes, están en el mundo aprendiendo de él,
mientras su cerebro todavía crece, hecho que probablemente explica la
adaptabilidad del hombre moderno. El contraste que existe con animales tales
como el ciervo, aptos para correr con la manada casi tan pronto como han
nacido, radica en que tienen sus cerebros “preprogramados” para arreglárselas
con la vida en manada; nunca aprenderán nada más, están colocados en su lugar
por el preprograma.
John
Gribbin, Génesis