domingo, 17 de febrero de 2013

MAX WEBER: CONVICCIÓN Y RESPONSABILIDAD


Los conceptos de “responsabilidad” y “convicción” son los polos en que se mueve la acción política. Ambos extremos se necesitan y se repelen mutuamente. Un político sin convicciones es, sencillamente un oportunista, un profesional de la manipulación y un vendedor de humo. Pero un político sin conciencia de su responsabilidad, perdido en su mundo neurótico de utopías irrealizables, conduce a la derrota segura. Hallar el camino eficaz entre ambos constituye la marca del buen político, posibilista y, a la vez, transformador. O en palabras del mismo autor: “La pasión no hace al político si éste no es capaz de convertir la responsabilidad al servicio de la causa en el norte de su actividad política”. Y al mismo tiempo: “Este es, precisamente, el problema: ¿cómo combinar la pasión ardiente y la fría seguridad? La política se hace con la cabeza y no con las otras partes del cuerpo o del alma. Y sin embargo, la entrega a la política sólo puede nacer y nutrirse de la pasión, si no queremos que sea no un juego frívolo e intelectual, sino una auténtica actividad humana. Ese dominio sobre el alma, que caracteriza al político apasionado (…), sólo es posible si la persona se acostumbra a mantener la debida distancia en todos los sentidos de la palabra. La “fuerza” de una “personalidad” política implica, en primer lugar, la posesión de esas cualidades».

Weber opone dos lógicas políticas que son dos éticas:

§    La ética de la convicción está animada únicamente por la obligación moral y la intransigencia absoluta en el servicio a los principios.
§    La ética de la responsabilidad valora las consecuencias de sus actos y confronta los medios con los fines, las consecuencias y las diversas opciones o posibilidades ante una determinada situación. Es una expresión de racionalidad instrumental, en el sentido que no sólo valora los fines sino los instrumentos para alcanzar determinados fines. Esta racionalidad instrumental “maduramente reflexionada” es la que conduce al éxito político.

En definitiva, sería un error de la acción política plantearse exclusivamente la “racionalidad de los valores” para prescindir de lo fundamental: la racionalidad en las herramientas que han de conducir a la realización de estos valores. Hay pues, en la política, una ética implícita que no conocen los partidarios de la pureza, del doctrinarismo dogmático de cualquier signo.


BIBLIOGRAFÍA: