jueves, 24 de octubre de 2013

CÓMO CAMBIAR TU VIDA CON PROUST

A modo de homenaje a los pintores impresionistas, Proust introdujo uno en su novela, el ficticio Elstir, que posee características de Renoir, Degas y Manet. En la población costera de Balbec, el narrador Proust visita el estudio de Elstir y allí encuentra lienzos que, como el Le Havre de Monet, desafían el entendimiento ortodoxo del aspecto de las cosas. En las marinas de Elstir no existe una demarcación nítida entre el mar y el cielo; el cielo parece el mar, el mar parece el cielo. En un cuadro que representa la ensenada de Carquethuit, un barco que se encuentra en alta mar parece navegar por el centro mismo de la población; las mujeres que recogen marisco entre las rocas dan la impresión de hallarse en una gruta marina semioculta por los barcos y las olas, y un grupo de veraneantes en un bote de remos parece estar en un cabriolé que sube por entre los campos bañados por el sol y baja por los trechos en sombra.

Elstir no está probando suerte con el surrealismo. Si su obra parece insólita es porque intenta pintar algo de lo que en realidad vemos cuando miramos alrededor, en lugar de pintar lo que sabemos que vemos. Sabemos que los barcos no navegan por el centro de las poblaciones, pero a veces podemos tener esa impresión cuando observamos un barco ante el telón de fondo de un puerto, con una luz determinada y desde un determinado ángulo. Sabemos que existe una demarcación entre el mar y el cielo, y si bien en ocasiones resulta muy difícil precisar a cuál de los dos corresponde esa franja de color añil, la confusión sólo dura hasta que nuestro raciocinio restablece entre ambos elementos la distinción que faltaba en una primera mirada. El logro de Elstir consiste en adherirse a ese embrollo inicial y en plasmar una impresión visual antes de que sea desmentida por lo que sabe.


Alain de BOTTON, Cómo cambiar tu vida con Proust,
RBA, Barcelona 2012 (pags. 116-117)