jueves, 23 de enero de 2014

LA MANO Y EL CEREBRO

Hoy [la mano] seguiría siendo de un simio, perfectamente adaptada para recoger frutos, hurgar en la nariz o pellizcar a los congéneres, si no hubiese caído bajo la influencia de otro órgano en la evolución. En este caso no se trata de un órgano nuevo, sino del desarrollo más intenso de uno ya existente: el cerebro (…).

Este desarrollo más intenso, hace 42 millones de años, trajo consigo la facultad de vincular las causas y los efectos, cosa que el antepasado primate no estaba en condiciones de hacer. Dicha facultad condujo a un considerable aumento de la inteligencia, a la comparación de los actos de los demás con los propios, a la contemplación de uno mismo.

La herramienta de dicha acción fue, sobre todo, la mano. Esta mano podía agarrar un palo y convertirlo en un instrumento para cavar, en arma o lanza. Esta mano podía elaborar, a partir del pelaje animal, una piel propia que podía quitarse o ponerse: los vestidos. Esta mano podía construir una cueva protectora artificial con las piedras y ramas esparcidas por los alrededores: una casa. La mano podía dar forma a los recipientes, fabricar adornos, construir un tambor y utilizarlo.


Hans HASS, Del pez al hombre