Debemos llegar hasta la médula de las cosas,
debemos poner en un solo montón, de manera más o menos arbitraria, masas
enteras de experiencia, viendo en ellas un número bastante de semejanzas que
nos autorice a considerarlas idénticas (…). Esta casa y aquella otra casa y
miles de otros fenómenos de carácter análogo se aceptan así en cuanto tienen un
número suficiente de rasgos comunes, a pesar de las grandes y palpables
diferencias de detalle, y se clasifican
bajo un mismo rótulo. En otras palabras, el elemento lingüístico “house”
es, primordial y fundamentalmente, no el símbolo de una percepción aislada, ni
siquiera de la noción de un objeto particular, sino de un “concepto”, o dicho
de otra forma, de una cómoda envoltura de pensamientos en la cual están encerradas
miles de experiencias distintas y que es capaz de contener otros miles.