domingo, 25 de mayo de 2014

EL TRABAJO


La idea contemporánea de trabajo no aparecería realmente hasta la llegada del capitalismo fabril. Hasta entonces, es decir, hasta el siglo XVIII, el término “trabajo” (labour, Arbeit, lavoro, trabai) designaba el esfuerzo de los siervos y los jornaleros que producían los bienes de consumo o los bienes necesarios para la vida que exigían ser renovados, día tras día, sin dejar nunca de obtenerlos. Los artesanos, en cambio, que fabricaban objetos duraderos, acumulables, que, con la mayor frecuencia, sus compradores legaban a su posteridad, no “trabajaban”, “obraban”, y en su “obra” podían utilizar el trabajo  de azacanes destinados a desempeñar las tareas rudimentarias, poco cualificadas. Únicamente los jornaleros y los peones eran pagados por su “trabajo”; los artesanos se hacían pagar por su “obra” según un baremo fijado por esos sindicatos profesionales que eran las corporaciones y las guildas. Éstas proscribían severamente toda innovación y toda forma de competencia. Las técnicas o las máquinas nuevas tenían que ser aprobadas, en Francia, en el siglo XVII, por un consejo de ancianos del que formaban parte cuatro mercaderes y cuatro tejedores, y luego autorizados por los jueces. Los salarios de los jornaleros y de los aprendices eran fijados por la corporación y no había ninguna posibilidad de que fuesen negociados.

André GORZ, Metamorfosis del trabajo