domingo, 11 de septiembre de 2011

IMBÉCIL


La palabra imbécil procede del latín baculus, que significa bastón. Imbécil es el que necesita bastón, no porque esté cojo, sino porque está débil de ánimo, es su espíritu el que está debilucho y cojitranco. Hay imbéciles de varios modelos:
El que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual, el que vive en un perpetuo bostezo o siesta permanente, aunque tenga los ojos bien abiertos y no ronque.
El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajos y dar besos sublimes, todo a la vez.
El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está dictado por la opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa.
El que sabe qué quiere y sabe lo que quiere y, más o menos, sabe por qué lo quiere, pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. A fin de cuentas, termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para mañana, a ver si entonces se encuentra más entonado.
El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan bárbaro, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la buena vida con aquello que va a hacerle polvo.
                                       
Todos estos tipos de imbecilidad necesitan bastón, es decir, necesitan apoyarse en cosas de fuera, ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias.

Fernando SAVATER, Ética para Amador