lunes, 12 de septiembre de 2011

SÓCRATES: EL INTELECTUALISMO MORAL

Sócrates participa de la mentalidad de su tiempo, para la que sabio no es sólo quien conoce los secretos del universo, sino sobre todo quien sabe vivir bien. En aquel momento, como ahora, la aspiración de las personas no se reducía a sobrevivir, sino que se elevaba a vivir con calidad. Y esto no lo sabemos hacer sin más, sino que hay que aprender en qué consiste y vivir según lo aprendido.

Pero, ¿cómo se aprende y se enseña a vivir bien? La respuesta de Sócrates es que la verdad habita en el fondo de nosotros mismos, y que podemos llegar a ella mediante la introspección y el diálogo. Se trata, pues, de ayudar a dar a luz el bien y la verdad. Y en este proceso de “alumbramiento de la verdad” se centra el método socrático de la mayéutica.

La madre de Sócrates era comadrona, y él decía ejercer la misma profesión que su madre: la mayeútica, el arte de ayudar a dar a luz. Sócrates ayudaba a dar a luz a las mentes. Este método aprendizaje y enseñanza se basaba en cuatro afirmaciones: 1) La verdad y el bien pueden ser conocidos. 2) Todas las personas son capaces de descubrirlos. 3) Nadie los posee en exclusiva. 4) Necesitamos dialogar para sacarlos a la luz.

El objetivo último de la búsqueda de la verdad no es la mera satisfacción de la curiosidad, sino la asimilación de los conocimientos necesarios para obrar bien, y de este modo poder alcanzar la excelencia humana, o lo que es lo mismo, la sabiduría; o lo que es lo mismo, la felicidad o la vida buena.

Hasta tal punto creía Sócrates que estos conceptos están ligados entre sí, que al parecer sostuvo que nadie que conozca realmente el verdadero bien puede obrar mal. Ahora bien, decir que alguien hace el mal sólo por ignorancia no es decir simplemente que está mal informado. No hay que pensar que, según Sócrates, bastaría asimilar un manual de moral para llegar a ser capaces de hacer el bien. Para conocer el verdadero bien, es necesario en primer lugar adquirir la capacidad de hacerlo. Debemos comenzar por trabajar en nosotros mismos. De ahí la célebre frase socrática: “Conócete a ti mismo”. Conocernos a nosotros mismos significa descubrir en nosotros la raíz más profunda de nuestro sentido de lo verdadero, pero también sus debilidades y carencias; significa descubrir también nuestra tendencia a la ilusión y el autoengaño. Todo eso está contenido en el “conócete a ti mismo”

Esta doctrina que consiste en afirmar que quien obra mal en realidad es porque ignora cuál es el bien ha sido llamada intelectualismo moral. De ella se deriva la importancia de la educación de los ciudadanos como tarea ética primordial, puesto que sólo de quien es sabio podemos esperar que sea buen ciudadano.

BIBLIOGRAFÍA:
– Jean HERSCH, El gran asombro, Acantilado, Barcelona, 2010
– Adela CORTINA y Emilio MARTÍNEZ, Ética, Akal, Madrid, 1996