martes, 29 de noviembre de 2011

UNA HABITACIÓN EN HOLANDA

«La primera Meditación emitió las mayores reservas sobre lo que, hasta entonces, se consideraba realidad. Lo que se ve y se cree que existe podría perfectamente no ser más que una ensoñación, una emanación fantástica del sueño. Este jamás indica, como tampoco lo hace la vigilia, si lo que percibimos existe por sí mismo o solo en el pensamiento, solo para nosotros. Reconocemos, en un lenguaje conciso, depurado, el equívoco al que se enfrentan los héroes de ese tiempo, Hamlet en una Dinamarca made in England, don Quijote en la muy real Castilla de 1600. Otro español de ese tiempo, Calderón, escribió una obra de título ejemplar, La vida es sueño. El personaje principal, otro príncipe, es manipulado hasta tal punto que jamás está seguro de actuar de verdad, de estar recordando un hecho real o un sueño que pudo haber tenido. Por lo tanto Descartes, que necesita una certeza, no puede admitir ningún dato que le transmitan los sentidos porque, encontrándose sometido al sueño e ignorando si duerme, corre el riesgo de tomar sus visiones por la realidad, y las enseñanzas que de ellas sacaría no tendrían más consistencia o validez que un sueño. Es mucho y sin embargo no es todo».

Pierre BERGOUNIOUX, Una habitación en Holanda,
Minúscula, Barcelona, 2011 (Pg. 79–80)