miércoles, 29 de enero de 2014

IMÁGENES AMBIGUAS

Es evidente que en el hombre la percepción no se limita a la estimulación por medio de una energía física. De hecho, se sabe desde hace tiempo que los estímulos visuales pueden ser ambiguos. Por ejemplo, en la imagen de Boring se puede ver a una mujer joven que mira hacia atrás en escorzo o a una mujer vieja vista de perfil. Pero en ningún caso se pueden ver las dos figuras al mismo tiempo. A una misma imagen física le pueden corresponder varias construcciones mentales. La percepción no se reduce, pues, a la estimulación por parte de una energía luminosa, sino que consiste también en un proceso de reconstrucción e interpretación de la imagen.

Este ejemplo [y otros parecidos] demuestran que la relación entre el estímulo y su percepción no es directa: nuestra mente efectúa cálculos y recurre a nociones abstractas, como las de objeto, forma o espacio. La percepción está lejos de ser una copia de la realidad. Es también un proceso de interpretación, de representación. Es, pues, imposible definir un estímulo de modo puramente físico, sin tener en cuenta las construcciones mentales efectuadas por el organismo.


Jacques MEHLER y Enmanuel DUPOUX,
Nacer sabiendo. Introducción al desarrollo cognitivo del hombre.

martes, 28 de enero de 2014

LA DEMOCRACIA TIENE QUE SER ENSEÑADA

La democracia tiene que ser enseñada, porque no es natural, porque va en contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres humanos. Lo natural no es la igualdad sino el dominio de los fuertes sobre los débiles. Lo natural es el clan familiar y la tribu, los lazos de sangre, el recelo hacia los forasteros,
el apego a lo conocido, el rechazo de quien habla otra lengua o tiene otro color de pelo o de piel. Y la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que puedan tener para los otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla. Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos en uno mismo. Creerse uno el centro del mundo es tan natural como creer que la Tierra ocupa el centro del universo y que el Sol gira alrededor de ella. El prejuicio es mucho más natural que la vocación sincera de saber. Lo natural es la barbarie, no la civilización, el grito y el puñetazo y no el argumento persuasivo, la fruición inmediata y no el empeño a largo plazo. Lo natural es que haya señores y súbditos, no ciudadanos que delegan en otros, temporalmente y bajo estrictas condiciones, el ejercicio de la soberanía y la administración del bien común. Lo natural es la ignorancia: no hay aprendizaje que no requiera un esfuerzo y que no tarde en dar fruto. Y si la democracia no se enseña con paciencia y dedicación y no se aprende con la práctica cotidiana, sus grandes principios quedan en el vacío o sirven como pantalla a la corrupción y a la demagogia.

Antonio MUÑOZ MOLINA, Todo lo que era sólido,
Seix Barral, Barcelona, 2013, pag. 102-103

jueves, 23 de enero de 2014

LOS ANIMALES Y EL SER HUMANO


A los animales (...) les basta vivir. Porque su existencia se desliza armoniosamente con las necesidades atávicas. Y al pájaro le basta con algunas semillitas o gusanos, un árbol donde construir su nido, grandes espacios para volar; y su vida transcurre desde su nacimiento hasta su muerte en un venturoso ritmo que no es desgarrado jamás ni por la desesperación metafísica ni por la locura.

Mientras que el hombre, al levantarse sobre las dos patas traseras y al conver­tir en un hacha la primera piedra filosa, instituyó las bases de su grandeza pero también los orígenes de su angustia; porque con sus manos y con los instrumentos hechos con sus manos iba a erigir esa construcción tan potente y extraña que se llama cultura e iba a iniciar así su gran desgarramiento, ya que habrá dejado de ser un simple animal pero no habrá llegado a ser el dios que el espíritu le sugiera. Será ese ser dual y desgraciado que se muere y vive entre la tierra de los animales y el cielo de los dioses, que habrá perdido el paraíso terrenal de su inocencia y no habrá ganado el paraíso celeste de su redención. Ese ser dolorido y enfermo del espíritu que se preguntará, por primera vez, el por qué de su existencia. Y así las manos, y luego el hacha, aquel fuego, y luego la ciencia y la técnica habrán ido cavando cada día más el abismo que lo separa de su raza originaria y de su felicidad zoológica.


Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas.


LA MANO Y EL CEREBRO

Hoy [la mano] seguiría siendo de un simio, perfectamente adaptada para recoger frutos, hurgar en la nariz o pellizcar a los congéneres, si no hubiese caído bajo la influencia de otro órgano en la evolución. En este caso no se trata de un órgano nuevo, sino del desarrollo más intenso de uno ya existente: el cerebro (…).

Este desarrollo más intenso, hace 42 millones de años, trajo consigo la facultad de vincular las causas y los efectos, cosa que el antepasado primate no estaba en condiciones de hacer. Dicha facultad condujo a un considerable aumento de la inteligencia, a la comparación de los actos de los demás con los propios, a la contemplación de uno mismo.

La herramienta de dicha acción fue, sobre todo, la mano. Esta mano podía agarrar un palo y convertirlo en un instrumento para cavar, en arma o lanza. Esta mano podía elaborar, a partir del pelaje animal, una piel propia que podía quitarse o ponerse: los vestidos. Esta mano podía construir una cueva protectora artificial con las piedras y ramas esparcidas por los alrededores: una casa. La mano podía dar forma a los recipientes, fabricar adornos, construir un tambor y utilizarlo.


Hans HASS, Del pez al hombre