Y bien, hacer filosofía es en cierta manera ser lo suficientemente valiente o lo suficientemente ingenuo para aceptar que no vemos claro. Para aceptar el descontento e incluso el desasosiego que nos produce lo que no entendemos. A menudo se cita como frase inaugural de la filosofía la expresión de Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”. Y es que, efectivamente, la filosofía ni sabe demasiado ni de casi nada. No da, por ejemplo, ni la seguridad que nos ofrece la ciencia, ni el gusto que produce el arte, ni el consuelo que puede darnos la religión. La filosofía no cierra, ni culmina, ni satisface nada; la filosofía es más bien el gusano, el veneno, la inquietud, la eterna búsqueda del pensamiento insatisfecho.
Atreverse pues a no ver claro y, en lugar de buscar deses-peradamente una respuesta o un significado a todas las cosas (una explicación, un texto, un nombre, un concep-to para apaciguar nuestra angustia), aceptar que a me-nudo no las entendemos, eso es una actitud filosófica. Una actitud que más que buscar respuestas, lo que hace es hurgar en las incertezas y cuestionar las preguntas mismas.
Xavier RUBERT DE VENTÓS, ¿Por qué filosofía?, Península, Madrid, 2009 ▶