lunes, 29 de agosto de 2011

KANT: EL IMPERATIVO CATEGÓRICO

Tratemos, pues, de interpretar la formula completa de Kant, tal como la enunció.

«Actúa de tal forma que la máxima de tu voluntad […]». La «máxima de tu voluntad» es el principio al que te refie­res, cuando tu voluntad toma una decisión concreta. No es, pues, el comportamiento mismo lo universalizable. Kant no afirma que existan, por así decir, modelos de comportamien­to general que deban seguirse, modelos que podrían progra­marse en un ordenador, por ejemplo, que dictaría entonces las decisiones ejemplares que cabría tomar en todos los ca­sos. No, no se trata de eso. El comportamiento será eviden­temente distinto según las circunstancias, pero lo que cons­tituye la cualidad moral de toda acción, no es la acción mis­ma, sino la máxima a la cual la voluntad se refiere para cum­plirla. Ahora bien, esta máxima, en cuanto imperativo cate­górico, es universal y necesaria, no puede ser falsa. Forma parte de la ley moral a través de la cual se expresa el deber. Un ejemplo: nosotros llevamos a cabo una acción determi­nada en nombre de los valores de «verdad» y de «justicia». Estos valores pueden generalizarse en todo tiempo y en todas partes, pero su traducción en actos concretos puede di­ferir en cada situación empírica. Por esta razón, Kant habla de la «materia» de la moralidad, es decir, del contenido ob­jetivo al que ésta se aplica, al cual debe dar «forma», y que se encuentra dado por la situación histórica. Como se advierte, el concepto de «máxima» es completamente decisivo aquí. Todo ser humano, sean cuales sean las circunstancias, debe referirse a una máxima, tal que, en cuanto «forma de la mo­ralidad», puede pretender legítimamente servir de funda­mento para una legislación universal.

El deber no impone, pues, un modelo cerrado. Tal mo­delo no guardaría relación con la situación en la que se en­cuentra el sujeto. Pero esto no significa que en la moral todo sea relativo, que no exista en ella nada universal ni necesa­rio. Universalidad y necesidad proceden de aquello a lo que el hombre se remite más allá de la temporalidad, esto es, de la máxima de su acción, aquella máxima que escucha la bue­na voluntad. Máxima, según Kant, universal y necesaria, y forma de la moralidad.

Sin embargo, no hay que olvidar que esta forma no existe sin la materia de la moralidad, sin las condiciones empíricas a través de las cuales debe determinar una acción. Releamos una vez mas el enunciado de Kant: «Actúa de tal forma que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre como principio de una legislación universal». Kant exige que la máxi­ma a la que nos referimos cada vez que realizamos un acto sea universal, hasta tal punto que pueda servir de principio, siempre y sin excepción, a una legislación válida para todo el mundo. De este modo, Kant hace comprender el carácter de universalidad y necesidad que caracteriza una moralidad a priori y su exigencia absoluta.


Jean Hersch, El gran asombro, Acantilado, Barcelona, 2010, páginas 212-213